sábado, 3 de julio de 2010

Entrenar como hábito de vida y no por temporadas.

Yo, en Seminario Fitness


En los años que llevo trabajando en el mundo de la estética, he podido observar un fenómeno muy particular. Un alto porcentaje de personas acuden a un gimnasio o buscan entrenar durante determinadas épocas del año. Ya se deben imaginar a cuáles épocas me refiero: cuando se aproxima las fechas del verano o de festividades específicas donde acudir a lucir el cuerpo es lo común, en la playa sobre todo.  

Esta preocupación es especialmente acusada en la mujer, aunque los hombres también se están poniendo a la par de este fenómeno.  
En posteriores artículos entraré de lleno en la problemática que esta presión genera en la mujer y sus implicaciones en el ámbito de la salud.
Un elevado porcentaje de las consultas que recibo vienen planteadas desde el ámbito femenino, y siempre se centran en la reducción de los niveles de grasa corporal y la eliminación de esos depósitos localizados que se resisten a ser eliminados.
De nada sirvieron las interminables sesiones de aeróbicos, las cremas reductoras, las fajas o los ejercicios moldeadores. Así pues, durante unas pocas semanas la mujer se entrega de forma compulsiva, a una frenética actividad física con la esperanza de lograr esos objetivos que son tan clara, como reiterativamente expuestos al inicio de cada sesión de entrenamiento.

Lamentablemente, a pesar de los buenos propósitos, el entusiasmo se diluye a los pocos días, ahogado en un mar de sudor, entrando de nuevo en una dinámica de conformismo e impotencia. Esta realidad no pasaría de ser hasta anecdótica si no fuera porque todos los excesos que se llegan a cometer en pos de una silueta esbelta y atractiva, acarrean consecuencias que en el mejor de los casos derivan en hipoglucemias, caídas de tensión o debilidad general y en el peor, pueden causar serios trastornos que merecen ser analizados en detalle.
A este respecto debo decir que una de las tareas que debe desarrollar todo profesional de la actividad física y la salud, sea cual sea su ámbito de su trabajo, es informar a sus alumnos acerca de los riesgos de ciertas prácticas. Por mencionar algunas, podríamos hablar de las dietas “relámpago” que aparecen en algunas revistas de nutrición, bajo títulos tan llamativos como: “pierda tres kilos en una semana con la dieta de la papaya”. También podríamos hablar de las famosas pastillas que quitan el hambre o las que aumentan la diurésis o las laxantes. Los profesionales ya conocemos los nefastos efectos de tales procedimientos y a pesar de las recomendaciones que hacemos a las aspirantes a “Miss desnutrición” o “Miss desmayos”, se siguen poniendo en práctica irresponsablemente, bien sea, por falta de información o por inconsciencia.

Siempre he creído que dar información nunca es una pérdida de tiempo para el profesional, es una obligación inherente al desarrollo de nuestra profesión y no debemos escudarnos en el pobre o nulo uso que el alumno haga de esa información, para ahorrarnos el esfuerzo.  

El objetivo de este artículo, dirigido especialmente a la mujer que entrena, es ofrecer esa información que creo debe poseer cualquier persona que desee desarrollar una actividad física saludable.

En mis próximos artículos escribiré sobre los Objetivos del entrenamiento  y Los Riesgos de una actividad Física Mal Dirigida.  

Hasta la próxima!

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